La vida en moteles de carretera

Los aficionados a las películas hollywoodienses conocen bien los moteles de carretera. ¡Cuántas películas están ambientadas en estos lugares! Tal vez la más famosa de todas sea Psicosis. Desde aquella película de Hitchcock, ducharse en la habitación de un motel nunca ha vuelto a ser lo mismo. Pero la ficción supera a la realidad. Los moteles de las carreteras secundarias ya no son lo mismo. Sí, algunos tienes cortinas foscurit pero es difícil encontrar un Norman Bates que te entretenga cuchillo en mano y peluca en cabeza.
De cualquier forma, son muchas los viajeros que año a año se van a Estados Unidos para vivir su experiencia en carreteras famosas como la Ruta 66. Esta ruta fue clave en el desarrollo de Estados Unidos ya que unía el Este con el Oeste. Partiendo de Chicago, esta carretera terminaba a las orillas de la playa de Santa Mónica. Pero muchos de los primeros viajeros que recorrieron la Ruta 66 no pensaban en darse un chapuzón, sino en encontrar trabajo.
Durante la Gran Depresión que asoló este país en la década de los 30, miles de personas dejaron sus trabajos en el Este y otros estados centrales y se fueron hacia el Oeste buscando una vida mejor. Fue así como los estados del Oeste estadounidense comenzaron a prosperar.
Pero los tiempos cambiaron y la envejecida Ruta 66 palideció ante las nuevas interestatales más anchas y de mejor trazado y a mediados de los 80 dejó de formar parte de la Red de Carreteras oficial del país. Fue entonces cuando muchas asociaciones se organizaron para recuperarla como parte de la historia de Estados Unidos.
Y en esto los americanos son únicos. Son capaces de hacernos creer a los europeos que un edificio con menos de 100 años es historia sagrada, y nosotros, los europeos, que sabemos un poco de historia, miramos sus ‘monumentos’ con admiración.
Y así es como miles de personas de todo el mundo viven cada año su experiencia Ruta 66 en moteles de carretera con máquina de hielo, veleta, pozo de agua y cortinas foscurit. Pero en la mayor parte de la ruta 66 no hay lugar para las sorpresas. Todo está preparado para que el turista compre una chapa y se meta una buena hamburguesa entre pecho y espalda.