Para ser feliz hay que esforzarse. Mucha gente piensa que la felicidad pica a tu puerta un día, pero no es así. Hay que moverse, indagar y descubrir. Si una persona no se siente bien, de nada sirve caer en la tentación del victimismo y la queja. Hace tiempo leí a una persona que decía haberse pasado todo un día sin quejarse por nada. Y que su vida había cambiado. ¿Parece exagerado? Yo creo que no.
Y para ser feliz también se necesita valentía. A veces sabemos lo que queremos, pero nos da miedo a ir a por ello por el qué dirán, por cobardía. Yo no me sentía bien con mi físico, era profundamente infeliz por ello, pero me negaba a admitirlo porque entendía que eso me hacía débil. Porque una tiene que aceptarse a sí misma hasta cierto punto. Si hay algo de tu personalidad que no te gusta, ¿no es mejor cambiarlo si tienes la posibilidad? Porque una cosa es aceptar nuestros defectos y otra convertir los defectos en virtudes, algo muy habitual hoy en día.
Yo me negué aceptar mi físico porque podía cambiarlo, porque al final entendí que eso me iba a ayudar a ser más feliz. Decidí que quería hacerme una liposucción papada y busqué información. Porque tomar una decisión de este tipo es solo la primera fase. Actualmente, existen cada vez más clínicas especializadas que ofrecen esta clase de tratamientos. Por eso, hay que saber cribar y quedarse con un centro que se adecúe a lo que buscamos.
Por mi experiencia os puedo decir que lo mejor, sobre todo si es la primera vez que vais a pasar por el quirófano para una operación estética, es que no solo busquéis una clínica con experiencia y buenos profesionales (eso es obvio) sino que tratéis de encontrar a un cirujano que os dé confianza, que empatice con vosotras.
A pesar de que yo estaba totalmente decidida a hacerme la liposucción papada, siempre surgen dudas en el último momento, es normal. Me entró un poco de ansiedad y por eso agradecí muchísimo que en la clínica me trataran con tanta delicadeza. Y sí, ahora soy más feliz, porque lo busqué.