Creo que el próximo piso en el que viva será el octavo. Tras irme de casa de mis padres, nunca he permanecido en el mismo piso más de dos años. Siempre cambio antes de terminar el trienio que, hasta hace poco al menos, era el contrato tipo que se solía firmar con los caseros. La mayoría de las veces he cambiado por decisión propia, aunque alguna vez fue por culpa del propietario del piso, pero eso es otra historia.
La razón de mi próximo cambio es puramente económica. Estamos al borde otra burbuja inmobiliaria que, en este caso, explotará cuando la constante subida de los alquileres en las grandes ciudades colapse y el mercado se tenga que replegar… otra vez. Pero mientras llega la crisis, que llegará, yo he decidido buscarme otro apartamento. Mi casero me anunció, con suficiente tiempo, eso sí, que iba a subir 150 euros el alquiler y a mí no me da la gana pagarlo porque mi sueldo no ha subido ni 150 ni un solo euro. Y ya que, por lo menos, lo sigo recibiendo.
Pero he descubierto, mirando pisos, que se pueden encontrar interesantes oportunidades… un poco más lejos del centro. En este momento estoy casi enamorado de un apartamento en una de las poblaciones periféricas de la ciudad. Aunque no está cerca del centro, está bien comunicado. Tiene mucha luz y una decoración estupenda. Me encantan las cortinas venecianas de madera que hay en todas las habitaciones (hasta en el baño).
El dueño del piso me dijo que en los últimos años había vivido allí una escritora que había decidido mudarse al centro. Con su permiso había ido haciendo algunos cambios en el mobiliario y en la decoración de la casa. Me dijo también que había tenido muy buena relación con ella, así que confiaba en ella para comprar algunas cosas para la casa.
Al parecer, lo de las cortinas venecianas de madera había sido idea de la inquilina. Mi trabajo es mucho menos artístico que el de ella, pero me siento muy a gusto en ese piso, y vale 200 euros menos que lo que va a costar el mío actual, que no está nada mal.