Recuerdo una película de George Clooney que tuvo mucho éxito en su día en la que trataba de un profesional que se dedicaba a despedir a otros trabajadores. Un trabajo duro que el protagonista se tomaba lo mejor que podía. Pero el asunto de la película no era tanto el conflicto moral que derivaba de su trabajo, sino la vida en permanente viaje del protagonista hasta el punto de que se sentía como en casa en las habitaciones de hotel, en el asiento del avión y en los aeropuertos. Supongo que muchos de los que viajamos constantemente por trabajo nos vimos reflejados en esa historia.
En mi caso, no tengo que coger aviones constantemente… ni sobre todo soy George Clooney. En mi trabajo tampoco tengo que despedir a nadie, al menos de momento. Lo mío es más bien, coches, trenes y barcos. Sí, porque también tengo que coger barcos algunas veces como cuando estoy en la zona de Pontevedra y tengo que tomar el barco ria de vigo.
Fue precisamente en la estación marítima de Cangas cuando me puse a pensar en todo esto de vivir viajando y trabajar de viaje. Iba muy justo con la entrega de unos documentos para un cliente y me puse a trabajar en la propia estación. Me metí tanto en el portátil que se me pasó la salida del barco. Tuve que cambiarlo por otro billete, pero luego me di cuenta de que quizás no llegaría a tiempo a la cita que tenía en Vigo, así que al final me quedé con el billete perdido del barco ría de Vigo sin saber qué hacer con él. Y en vez de perder los nervios me empecé a reír porque aquello eran gajes del oficio.
Sé que mucha gente que tiene que viajar mucho por trabajo se queja del estrés asociado a esta clase de vida y también de que no pueden ver suficientemente a la familia. En mi caso soy soltero y no tengo demasiadas ataduras así que un trabajo de este tipo es perfecto para mí. Lo disfruto y, como George Clooney, no me avergüenza admitir que estoy a gusto fuera de casa.