Mi hijo es un apasionado de los videojuegos, pero al contrario que en muchas familias, aquí no lo vemos como un problema. Y es que tanto su padre como su madre, lo fuimos y lo somos. Yo formé parte de aquel grupo de programadores que a finales de los años 80 construyó lo que luego se llamó Edad de Oro del Soft español, una serie de estudios y productoras de videojuegos que, sobre todo desde Madrid, marcaron una época en los ordenadores de 8 bits.
Aquello parece hoy la prehistoria de los videojuegos y, de alguna manera lo es, pero la mayoría de los jóvenes creadores recuerdan con nostalgia aquellos tiempos. Y, desde luego, los que participamos en ella, también lo echamos de menos. Pero son tantas cosas las que han cambiado desde entonces. Para empezar la formación de los chicos y chicas que trabajan en el sector.
Es muy posible que mi hijo curse una Diplomatura en Creación de Videojuegos Madrid. Hoy en día existen estudios específicos para especializarse en este sector. En los años 80, En España, hacer videojuegos era cosa de jóvenes un poco infantilizados que se refugiaban los sótanos o las buhardillas de las casas de sus padres haciendo travesuras con ordenadores de dos toneladas. Solo en algunas academias te enseñaban a programar, pero no tanto desde el punto de vista de los videojuegos.
En mi caso, comencé como casi todo el mundo, por afición y sin pensar que aquello podía convertirse en un trabajo ‘de verdad’. Mi intención era estudiar ingeniería, pero luego suponía que iba a acabar en una empresa diseñando turbinas o algo así: no que mi trabajo iba a ser diseñar productos de ocio para que chicos como yo pasaran horas y horas delante de la pantalla del ordenador.
Ahora mi hijo va a estudiar una Diplomatura en Creación de Videojuegos Madrid, se trata de un trabajo muy respetado (y muy rentable): no hay decirlo ‘por lo bajini’ por si te toman como un loco o alguien que se niega a aceptar que ya no es un niño.