El esófago es una parte muy delicada del sistema gástrico porque está situada justo antes del estómago y a menudo se ve afectada por sus jugos gástricos, pero no tiene la protección en sus paredes que tiene este órgano. Por tanto, es fácil que si el reflujo es frecuente acaben apareciendo problemas como las úlceras o, en los casos más graves, un tumor esofago.
Todo lo que comemos pasa por el esófago, sean picantes, comidas muy calientes, o alcohol. Pero también repercute sobre este órgano el humo del tabaco ya que no todo lo que inhalamos va directo a los pulmones, sino que una parte pasa al tracto digestivo. Todas estas agresiones, día tras día, pueden hacer que el esófago se irrite y tenga problemas.
Cuando sentimos un dolor en el esófago solemos definirlo como un dolor en la boca del estómago. Al acudir al médico lo habitual es que se recomiende una gastroscopia para poder observar su aspecto. Esta prueba consiste en la introducción de un tubo por la boca hasta llegar al esófago e incluso al estómago. Este tubo tiene una cámara que retransmite las imágenes del interior para que los médicos puedan verlo y pueda determinar qué puede estar causando el problema.
Durante la gastroscopia no solo es posible ver lo que sucede en el interior del tubo digestivo y observar qué problemas o irregularidades presenta, también se pueden extraer muestras en caso de que se vea algo anormal para examinarlas más tarde y realizar, si es necesario, una biopsia. Aunque la mayoría de los problemas de esófago no son tan graves como un tumor pueden ser muy molestos y causar digestiones muy complicadas para las personas que los padecen. En algunos casos los tratamientos con antiácidos o con protectores gástricos deben de ser de por vida.
En el caso de que la biopsia determine la presencia de un tumor, los médicos tendrán que estudiar en que estadio está el cáncer y elaborar un protocolo de tratamiento. Normalmente, el paciente querrá una segunda opinión no solo respecto al diagnóstico sino sobre la manera de tratarlo y, a partir de ahí, se comienza rápidamente actuar. La cirugía, la quimioterapia y la radioterapia son los tratamientos más habituales para luchar contra el tumor, excepto en los casos más avanzados en los que ya solo procede aplicar tratamientos paliativos para el dolor.