Volver al cocido

He pasado por muchas fases de alimentación a lo largo de mi vida: más o menos saludable, mucha fruta, poca fruta, demasiada comida basura, solo productos naturales… En mi caso, el estilo de vida que llevo suele estar muy en relación con la alimentación. Cuanto mayor es el equilibrio en mi vida, mejor me suelo alimentar, y viceversa. Supongo que esto mismo les pasa a muchas personas: si se lleva una vida disipada, acabas por comer peor.

Ya desde hace años he intentado imponerme una alimentación más saludable. No siempre se puede, pero se van consiguiendo cosas. Una de las últimas cosas que he ido (re) incorporando a mi dieta semanal es el cocido gracias al uso de ollas gm programables. En mi niñez y adolescencia tomé mucho cocido, lo habitual en casi todas las familias españolas: garbanzos, lentejas, fabada, etc.

Creo que todos los tipos de cocido llegaron a ser mis favoritos en un momento u otro. Tuve mi fase lentejas, mi época garbanzos… Hasta que empecé a abandonar el cocido. Llegó un momento en que solo tomaba estos platos, de vez en cuando, si comía fuera de casa. Al principio, me cansé del cocido porque me resultaba demasiado pesado y luego empecé a desarrollar cierto rechazo a algún cocido en particular, como las lentejas, que estuve bastantes años sin tomarlas.

El caso es que cuando iba por ahí y comía en un restaurante no me importaba tomar una buena fabada, pero en casa no me apetecía. Y cuando me independicé el asunto se agravó. Aunque mejoré en otros aspectos (empecé a tomar mucha más fruta, por ejemplo), el cocido pasó a la historia.

Lo primero es que no sabía muy bien cómo hacerlo y luego que no tenía ollas gm programables que son mucho más eficaces para cocineros no demasiado expertos… Así que al final me decidí a comprarme una y empezar a ensayar.

Mis primeras lentejas me quemaron y la primera fabada era más bien puré… Pero, a poco a poco, fui aprendiendo el arte del cocido tradicional. Y si bien no me sale como a mi madre, ya puedo comer cocido un par de veces por semana.

El okupa que se creía muy listo

El mundo de la cerrajería está plagado de anécdotas, unas graciosas y otras no tanto. La okupación de casas, por ejemplo, casi siempre está relacionada con los cerrajeros puesto que muchos dueños de viviendas okupadas cambian la cerradura como una de las soluciones para evitar que los amigos de lo ajeno vuelvan a entrar en su hogar.

Un profesional nos contaba hace poco la historia de un okupa que se creyó muy listo pero al que le acabó saliendo el tiro por la culata. El personaje en cuestión se puso en contacto con un cerrajero economico madrid para cambiar la cerradura de un piso aduciendo que estaba forzada. El profesional empezó a sospechar cuando el chico insistía mucho en los de ‘económico’ y no prestaba mucha atención en otras cuestiones como el tipo de cerradura que había que cambiar.

Cuando el profesional se presentó en lugar donde le había citado las sospechas empezaron a tomar forma. El individuo estaba muy nervioso y no parecía estar convencido de lo que quería. Entonces el cerrajero se puso en contacto con la policía. Es una fórmula habitual si hay que cambiar una cerradura, sobre todo si se sospecha que el cliente no es el dueño de la casa. Cuando este chico se enteró que la policía estaba al corriente dudo un momento y finalmente bajó a la calle ‘un momento’. No volvió.

Este es un caso más habitual de lo que parece. No solo le sucede a este cerrajero economico madrid, sino a otros muchos. De hecho, este okupa no parecía dominar muy bien el ‘arte de la okupación’ ya que algunos grupos más informados prefieren contratar a mafias que se encargan de abrir los pisos sin acudir a profesionales de la cerrajería. De esta forma, nadie informa a la policía.

Desde diferentes organismos se recomienda a los dueños de casas okupadas que mantengan la calma desde el principio y no actúen de forma irracional. El proceso a veces es más largo de lo deseable pero nunca se debe perder los nervios, ya que la mayoría de los okupas saben jugar bien sus cartas.